Grabadores de sonidos en la cuenca del río Vaupés
Sinergias epistemológicas para el estudio de los puntos de escucha tecnológicos y etnográficos en el noreste amazónico de Colombia
Juan Castrillón
Boletín de antropologia, 2021
Este artículo examina la producción de grabaciones de audio realizadas en el departamento de Vaupés con el fin de analizar los puntos de escucha a partir de los cuales investigadores y viajeros caracterizaron las prácticas musicales de esta región de Colombia. Estas grabaciones fueron realizadas por Theodore Koch-Grünberg, Alcionilio Bruzzi Alves da Silva, Brian Moser, Donald Tayler e Irving Goldman y constituyen una parte fundamental del archivo sonoro sobre las sociedades indígenas de esta región. El artículo analiza la conjunción de los puntos de escucha tecnológicos y etnográficos de estos investigadores, y se propone repensar la formación de este archivo dentro de los intereses de la antropología amazónica y los estudios musicales y del sonido.
https://revistas.udea.edu.co/index.php/boletin/article/view/344596
Comentario de Jim Howe
El interesantísimo artículo de Juan Carlos Castrillón Vallejo, “Grabaciones de sonidos en la cuenca del río Vaupés”, plantea cuestiones importantes sobre la grabación de sonido y la etnografía. Yo sugeriría que la dinámica entre un etnógrafo grabador y sujetos grabados, tratados de manera reveladora por Castrillón Vallejo, puede variar significativamente en diferentes contextos culturales y sociales. En particular, depende de la familiaridad de los sujetos con la grabación de sonido y su control—o falta del control—de la tecnología de grabación; también con el valor social en términos locales del habla grabada y la actuación. Si Salseros podrían perdonar una breve mención de una cultura con muchos rasgos amazónicos pero ubicada al norte, creo que los temas planteados por Castrillón Vallejo pueden estar iluminados por el caso de los gunas de Panamá.
Los gunas fueron expuestos por primera vez al sonido grabado a medianos del siglo XX: los trabajadores migrantes sin duda escuchaban transmisiones de radio mientras trabajaban en la ciudad. A principios de la década de 1970, la música alta de las estaciones de radio en Panamá y el norte de Colombia se podía escuchar noche y día en muchas aldeas gunas. Bastantes familias también poseían pequeños tocadiscos a batería, y algunos jóvenes ya estaban adquiriendo grabadoras de casete. Estos últimos—portátiles, fáciles de manejar, baratos y capaces tanto de grabación como de reproducción— efectúó una revolución cultural.
Durante estos mismos años, los hombres gunas mayores continuaron con una amplia tradición de literatura oral, que incluía cantos, epopeyas de la pubertad y numerosos cantos de curación (Sherzer 1983, 2003). Aunque algunos conocimientos esotéricos fueron conmemorados en la pictografía, tanto el aprendizaje como la actuación fueron completamente orales. Los jefes cantaban en público a sus seguidores varias veces a la semana; los curanderos se podían escuchar por la noche en las sesiones de enseñanza, así como en las curas; y las celebraciones comunales proporcionaban la ocasión para las demostraciones cantadas de destreza, así como para la realización de cantos épicos de la pubertad.
Hasta la década de 1970, la tecnología de grabación afectaba solo marginalmente a la tradición oral. Algunos expertos en los cantos sabían que uno de ellos, Igwa-Nigdibippi, había sido grabado por Frances Densmore en 1924 en Washington D.C. (Densmore 1926), y que un músicologo y funcionario del gobierno, Narciso Garay, hizo grabaciones de cantos gunas en 1929 (Garay 1930). Muchos sabían que un enorme compendio de textos etnográficos (Nordenskiöld et al 1938) había glorificado al jefe Nele Kantule, y que una serie de cantos, tomados del dictado por un etnógrafo guna, Guillermo Hayans, habían sido publicados en Suecia (por ejemplo, vea Holmer & Wassén 1947; Howe 2009: 117-163). [i]En la década de 1960, un médico español y antropólogo aficionado, José Reverte Coma, grabó textos para un trabajo sobre literatura oral guna (Reverte 1968).
El mayor cambio se produjo en 1970, con la distribución entre los Guna de 150 ejemplares de un disco de vinilo de un canto actuado por Horacio Méndez del pueblo de Ustupu, grabado y editado por Mac Chapin (en aquel entonces voluntario del Cuerpo de Paz, más tarde antropólogo) (Méndez 1970). Durante meses, el disco se pudo escuchar tocado en casi todas las aldeas gunas, y la reputación de Horacio Méndez como el principal practicante de la tradición Guna fue pulida y extendida.
La etnografía había sido alentada durante muchos años por líderes gunas y escribanos alfabetizados, que la trató como medio útil de propaganda pro-indígena (Howe 2009). Sin embargo, fue solo en la década de 1970 que la grabación en cinta surgió como una herramienta principal de investigación etnográfica. Especialmente después de la fama del disco de Horacio Méndez, bastantes tradicionalistas gunas comenzaron a tratar la actuación grabada en cinta como una validación de su conocimiento y experiencia. Al menos algunos de ellos, preocupados por la disminución de la tradición y la pérdida de estudiantes indígenas, comienzan a adoptar a etnógrafos extranjeros como interlocutores y aprendices sustitutos. En el caso de Gonzalo Salcedo (Q.E.P.D.), el jefe con el que colaboré durante más de cincuenta años, una de las cosas que más quería de nuestra relación era grabar su repertorio completo de historias y metáforas.
La grabación en casete no era en todos caso bienvenida, especialmente en las reuniones sagradas de las aldeas. [ii]A veces surgieron problemas difíciles relacionados con el control, el crédito, la compensación, y las normas de conducto (Howe 2009: 202-207). En mi sitio de campo en 1970, los hombres mayores que habían sido grabados por jóvenes gunas durante las celebraciones bíbulas de la aldea no estaban contentos de escuchar su canto ebrio reproducido públicamente en los días siguientes. En general, sin embargo, la grabación en casete fue aceptada e incluso alentada, especialmente por los tradicionalistas mayores ansiosos por la validación.
Los gunas, además, pronto comenzaron a grabar para sí mismos. Hoy en día los aprendices graban cantos para acelerar el proceso de memorización, y los futuros jefes comienzan a aprender las historias sagradas conocidas como “El Camino del Padre” grabando tanto recitaciones habladas como actuaciones cantadas. (Mi colaborador Gonzalo Salcedo relató cómo, mientras cantaba en la tenue luz de la casa de reunión de otro pueblo, levantó la vista para ver varios micrófonos y grabadoras de casete en su cara).
Desde la década de 1980, además, los investigadores gunas han registrado numerosas historias orales, tanto en asociación con investigadores extranjeros como por su cuenta. Quizás lo más notable uso de grabadoras es el programa de investigaciones del principal antropólogo guna, el Padre Aiban Wagwa, quien ha grabado y recopilado numerosas grabaciones de la historia sagrada guna (el rumor dice más de quinientas casetes), como base para un compendio publicado de narrativas religiosas (Aiban Wagwa 2000). Más recientemente, los miembros del equipo de IDIKY, el brazo de investigación del Congreso General Guna, registraron un gran corpus de textos.
Los estudios entre los gunas se han caracterizado por un grado inusual de cooperación y colaboración entre etnógrafos indígenas y extranjeros (Howe 2009). Joel Sherzer, además de promover un inventario exhaustivo de los cantos restantes, organizó una serie de talleres con estudiantes y colegas gunas. Si bien la gran mayoría de las grabaciones en casete sin duda se mantienen de forma privada, más de 275 se han archivado en AILLA, el repositorio en línea de la lengua indígena.[iii] Una de las mayores virtudes de AILLA es que las grabaciones archivadas son universalmente accesibles en línea,[iv] al alcance sobre todo de los oyentes e investigadores indígenas.
Así, en muchos casos, el uso de casetes entre los gunas ha sido un medio de acercamiento cultural, colaboración e incluso empoderamiento indígena.
Notas
[i] Los textos publicados por los etnógrafos y lingüistas suecos fueron retirados, no de grabaciones de voz, sino del dictado, escrito por etnógrafos gunas.
[ii] El canto en el disco de Méndez fue grabado en un entorno doméstico no en una casa de reunión.
[iii] Un recuento aproximado muestra alrededor de 75 grabaciones depositadas con AILLA por IDIKY, unos 90 cada uno por Joel Sherzer y yo, y el resto de otros cuatro colaboradores.
[iv] AILLA, The Archive of the Indigenous Languages of Latin America, LLILAS Benson Latin American Studies and Collections, Universidad de Texas, Austin, Texas. https://ailla.utexas.org.
Referencias
Aiban Wagwa, 2000, En defensa de la vida y su harmonía. Kuna Yala, Panamá: Congreso General de la Cultura Kuna.
Castrillón Vallejo, Juan Carlos, 2021, “Grabadores de Sonidos en la cuenca del río Vaupés: sinergias epistemológicas para el estudio de los puntos de escucha tecnológicos y etnográficos en el noreste amazónico de Colombia”. Boletín de Antropología 36(62), págs. 12-37.
Densmore, Frances, 1926. “Music of the Tule Indians of Panama.” Washington D.C.: Smithsonian Institution, Miscellaneous Collections 77.
Garay, Narciso, 1930, Tradiciones y cantares de Panamá: ensayo folklórico. Panamá: sin editorial.
Holmer, Nils & S. Henry Wassén, 1947, Mu-Igala or The Way of Muu. A Medicine Song from the Cuna Indians of Panama. Goteborg: Etnografiska Museum.
Howe, James, 2009, Chiefs, Scribes, and Ethnographers: Kuna Culture from Inside and Out, Austin: University of Texas Press.
Méndez, Horacio, 1970, “Tad Ibe Gi namaket [canto sobre el sol].” Disco de grabación.
Nordenskiöld, Erland, with Rubén Pérez Kantule. S. Henry Wassén, editor, 1938, An Historical and Ethnological Survey of the Cuna Indians. Göteborg: Etnografiska Museum.
Reverte Coma, José Manuel, 1968, Literatura oral de los indios cunas. Panamá: Ministro de Educación.
Sherzer, Joel, 1983, Kuna Ways of Speaking. Austin: University of Texas Press.
Sherzer, Joel, 2003, Stories, Myths, Chants and Songs of the Kuna Indians. Austin: University of Texas Press.